Thursday, April 25, 2024

MENSAJE SOBRE LA GRATITUD

EL EVANGELIO EN MARCHA

La alabanza de un alma agradecida

(SALMO 103:1-5)

Por: Rev. Julio Ruiz, Pastor de Iglesia Bautista Hispana de Columbia, Falls Church, Virginia

 

INTRODUCCIÓN: El rey David se conoce en la historia no solo como un gran guerrero sino como  uno de los más grandes músicos, especialmente en lo que respecta la adoración a Dios. Se dice que él mismo preparó unos 4.000 mil instrumentos musicales y llegó a tener coros de miles de voces, quienes se turnaban para ofrecer la alabanza a Dios. Era un verdadero maestro para conducir a su pueblo en una alabanza pública, hasta decir: “Venid, clamemos alegremente a Jehová; cantemos con júbilo a la roca de la salvación. Lleguemos ante su presencia con alabanza; aclamémosle con cánticos” (Sal. 95:1, 2) Pero antes de  hacer la adoración pública él debería presentar una alabanza personal, sincera, de allí que él mismo convoca a su propia alma para que alabe a su Señor v. 1, 2. En esto hay algo notorio. El salmista pareciera exigirle a su alma que alabe al Señor. ¿Y a caso no es esto lo que se plantea en el asunto de alabar al Señor? No somos dados a alabarle. Nuestro cuerpo no está siempre presto. De allí esta convocación a todo el ser para que lo haga. El otro aspecto que el salmista se asegura es que su alma sea agradecida al momento de alabar. Y es que no puede presentarse una alabanza al Señor sin tomar en cuenta las razones para estar agradecidos. Somos muy dados a olvidar los beneficios recibidos, especialmente los que nos vienen de Dios. Hay gente que piensa que todo lo que tiene se debe a su esfuerzo personal, de modo que cuando se les habla de Dios caen en la necedad de negar cualquier acción de él en sus vidas. Solo basta pensar en esto. ¿De dónde nos viene el aire que respiramos, el sol y la lluvia para que produzca la tierra, la sabiduría y el conocimiento, las fuentes de donde se originan todos los trabajos? ¿De quién es el oro y la plata? ¿Quién hizo la naturaleza y por qué Dios colocó al hombre para que fuera señor de ella? Lo que le demandó David a su alma debiera ser nuestra demanda: “Bendice alma mía a Jehová y no olvides ninguno de sus beneficios”. Una traducción libre de este texto sería: “Alma mía, alaba al Señor y no seas ingrata con Aquel que es la fuente de todos tus beneficios”. Veamos las razones para la alabanza.

 

I.UN ALMA AGRADECIDA ALABA A SU DIOS POR EL PERDÓN DE  LOS PECADOS

“Él es quien perdona todas tus iniquidades…” v.3ª. La palabra que David usa acá es la más gráfica para describir la naturaleza del pecado. Etimológicamente quiere decir lo “torcido”. Y la verdad es que si algo hace el pecado es torcer todo lo bueno que pueda haber en nosotros. ¿Y por qué Dios nos sigue perdonando? Porque nosotros seguimos pecando y arrepintiéndonos. Por supuesto que si algo debiéramos hacer los creyentes es no pecar para no ofender al Dios de amor quien se ha dado por nosotros.  Así que  Dios no solo perdona nuestros pecados sino que no nos paga conforme a ellos (v.10, 12).  El texto dice que Dios es el único que puede perdonar todas las iniquidades en el hombre. Es el único que puede descubrir una naturaleza buena en nuestros corazones. Así que el mayor bien que puede experimentar el ser humano no es el que proporcionan las cosas materiales sino el perdón de pecado. Eso es el mayor alivio. Si alguien sabía lo que era el perdón de pecado, era David; mire lo que ya había escrito: “Bienaventurado aquel cuya trasgresión ha sido perdonada, y cubierto su pecado” (Sal. 32:1). La palabra “bienaventurado” significa “dichoso, feliz”. La alabanza más notoria de un creyente es aquella que recuerda que Dios es quien le ha perdonado todas sus iniquidades. ¡Qué motivo para glorificar a Dios es la seguridad de que todas nuestras iniquidades son perdonadas!

 

II. UN ALMA AGRADECIDA ALABA A SU DIOS POR SER SU SANADOR

“El que sana todas tus dolencias…” v.3b. Cuando la Biblia habla de la gratitud, no clasifica los motivos por los que debiéramos ser agradecidos; sencillamente nos dice: “Dad gracias a Dios en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo” (1 Tes. 5:18). De esta manera, el creyente es alguien que sabe dar gracias a Dios aun por los dolores de su vida. En esta otra declaración, David  reconoce cuán importante es esta obra de Dios en cada uno de nosotros. ¿Quién no ha tenido dolencias en esta vida? Pero ¿quién de nosotros no ha experimentado el poder de nuestro Dios sanador? Cada uno de nosotros tiene una historia en común donde ha visto o está viendo el cumplimiento de esta verdad bíblica. Muchos han visto la sanidad no solo física sino también emocional o espiritual. Hemos de reconocer que hay dolores más fuertes que los mismos físicos. Hay heridas emocionales que han causado un gran impacto en nuestras vidas. Algunos arrastran penas que les es difícil llevar o soportar. Qué bueno es saber que Dios puede sanar todas tus heridas. Según el texto, no hay ninguna “dolencia” que él no pueda sanar. Es cierto que  sentimos dolores físicos, molestias, quebrantos, pero aun ellos pueden ser usados para nuestro crecimiento espiritual como fue el caso de Pablo. El saber que Dios sana todas nuestras dolencias nos levanta en una genuina alabanza, llena de gratitud por su obra sanadora.
III.  UN ALMA AGRADECIDA ALABA A SU DIOS POR EL RESCATE DE SU VIDA

“El que rescata del hoyo tu vida…” v.4ª. Esta palabra tiene una conexión con el Éxodo. Desde entonces contamos con el Dios de toda liberación. David experimentó muchos de esos “hoyos de desesperación” y de igual manera vivió en  algún “lodo cenagoso” (Sal. 40:1-3). Por seguro que en su propia condición moral y espiritual experimentó estos tremendos estados emotivos donde sintió que su alma fallecía. Pero en el canto de su alma agradecida  pudo decir que mi Dios “puso mis pies sobre peña y enderezó  mis pasos”.  En algún momento de nuestras vidas podemos estar en el “pozo de la desesperación”. Es allí donde sentimos el peso de las cargas cotidianas, hasta el punto de sentirnos agobiados y sin deseo de seguir adelante. Muchas veces hemos experimentado una sensación de derrota. Algunas veces creemos que jamás saldremos de tal condición, pero la intervención continua del Pastor de nuestras almas, quien viene a nuestro encuentro con su  “cayado divino”, nos saca de tal condición. Bien pudiera nuestro corazón estar desecho por la desesperación, pero Dios nos saca de allí “con cuerdas humanas, con cuerdas de amor” (Oseas 11:4). Tenemos que agradecer a Dios las tantas veces que nos ha rescatado de nuestro propio “pozo de desesperación”. El apóstol Pedro mientras mantuvo su mirada en el Señor pudo caminar sobre las aguas, pero cuando puso su mirada en las “aguas turbulentas” cayó en el pozo y estuvo a punto de ahogarse. Pero Cristo, cual Pastor divino le sacó de tal condición. No importa cuán grande sea tu “hoyo”, de allí te librará el Señor. ¡Alábele por eso!

 

IV.UN ALMA AGRADECIDA ALABA A SU DIOS POR CORONARLE DE BIENES

“El que te corona de favores y misericordias…” v.4b. Una de las preguntas más comunes entre nosotros es: “¿Me haces un favor?” A veces decimos un “favorcito”, un “gran favor” o un “favorsote”. Y la verdad es que estamos muy agradecidos a esos buenos amigos que nos prestan tantos favores. Pero lo cierto es que ninguno de nosotros estaría dispuesto a “coronar” de favores a otros por muy buenos amigos que seamos. Solo Dios puede “coronar de favores y misericordias”. Si algo es notorio en este salmo es la misericordia de Dios (v v. 8, 11, 17). Las coronas se colocan a los triunfadores. El  apóstol Juan  proclama que nuestra fe vence al mundo (1 Juan 5:4), por lo tanto somos un pueblo de vencedores, y a ese pueblo  Dios ha coronado de “favores y misericordias”. A los reyes de la tierra se les coloca una corona llena de diamantes, oro fino y perlas de las más lujosas. A los vencedores de las disciplinas deportivas se les corona con medallas de oro, con trofeos de plata y con grandes reconocimientos, propios de vencedores. ¡Qué bendición se le concede a un  hijo de Dios! Él es coronado todos los días con “favores y misericordias” divinas. Y si Dios nos corona de esta forma, ¿de qué manera le agradecemos a él esta bondad? El canto de un alma agradecida tiene que traer a sus labios todos los favores y misericordias con las que ha sido coronado durante todos los momentos de su vida.

 

V. UN ALMA AGRADECIDA ALABA A SU DIOS PORQUE SACIA DE BIEN SU BOCA

“El que sacia de bien tu boca…” v. 5ª. Muchas cosas en esta vida nos dejan un mal sabor. Solo Dios tiene el poder para saciar de bien nuestro ser. ¿De qué está saciada su boca? Por ejemplo, una boca que maldice, que critica, que agrede, que difama, no es una boca saciada de bien. Sin embargo, una boca que bendice, de la cual sale una palabra amable, que declara victoria, que habla verdad, que alienta a otros, es una boca saciada de bien. Y eso no lo da sino el Señor. ¡Con cuántas maneras Dios ha saciado de bien nuestra boca, además de las buenas comidas! ¿Cuál es el resultado de esto? Que podemos rejuvenecernos como el águila. Se dice que el águila puede vivir hasta 70 años, pero para ello, ella necesita en algunas etapas de su vida cambiarse su pico, quitarse sus uñas y mudar su plumaje. Eso le toma su tiempo, pero finalmente ella saldrá rejuvenecida. Dios nos da el sustento diario con el propósito de tener nuevas fuerzas para enfrentarnos a los desafíos. El pecado deja un sabor amargo en la vida, sin embargo Dios puede satisfacerte y llenar de bien, o sea de toda su bondad, la boca. De esta manera podemos cantar junto con el salmista: “Bendice, alma mía a Jehová, y no olvides ninguno de sus beneficios”.

CONCLUSIÓN: Somos muy dados a olvidar los favores. Un copero y un panadero se enojaron contra el faraón y ambos fueron puestos en la cárcel. Estando allí tuvieron los dos un sueño. José, quien estaba allí preso también de una manera injusta, interpretó el sueño a los dos (Gen. 40). El copero fue restaurado a su puesto y el panadero fue colgado en un madero. José le pidió al copero que cuando fue restaurado a su puesto que se acordara de él, pero se olvidó, y tuvo que durar dos años más por esa acción. El salmista nos ha dado cinco razones para que nuestra alma se levante en adoración a Dios y le exalte porque grandes han sido sus beneficios. Él es quien perdona nuestros pecados, sana nuestras dolencias, rescata del hoyo nuestra vida, nos corona de favores y sacia de bien nuestra boca. ¿Buscamos más beneficios? ¿No son estas razones poderosas para adorar a nuestro amante y salvador Jesucristo? ¿Por qué no serle fiel en todo?

Si desea consejería o hablar con el Pastor Julio Ruiz, puede llamarle a los

Tels. (571) 271-6590 (cel); (703) 250-0118 (casa) y (703) 534-5700 ext. 240

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