Thursday, March 28, 2024
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Nuestro más grande sumo sacerdote

EL EVANGELIO EN MARCHA

MENSAJE DE CARÁCTER DOCTRINAL

Nuestro más grande sumo sacerdote

(HEBREOS 4:14-16)


Por: Rev. Julio Ruiz, Pastor de Iglesia Bautista Hispana de Columbia, Falls Church, Virginia

INTRODUCCIÓN: Antes que Adán pecara el hombre no necesitaba de ningún mediador para estar delante de Dios. Las Escrituras nos hablan de un estado de plena armonía entre Dios y el hombre. La voz de Dios les visitaba “cuando soplaba la brisa fresca de la tarde…” (Gn. 3:8 NTV). La expresión “brisa fresca de la tarde” denota un tiempo tranquilo y relajado para ese encuentro. La comunión era tan íntima y placentera como la cita de un par de enamorados que desean buscar sus rostros para estar juntos. Así era aquella relación. La ausencia del pecado determina un estado de quietud, de paz y de una conciencia tranquila. El primer ser que gozó de un acceso directo a la gloria y santidad de Dios fue Luzbel, el querubín protector que luego se convertiría en Satanás. Pero cuando se halló en él maldad fue arrojado de su presencia. Los próximos seres que tuvieron ese mismo privilegio fueron Adán y Eva. Ellos no oraban en el nombre de ningún otro ser para comunicarse con Dios por cuando tenían “vía libre” a su presencia. No había ningún intermediario porque el pecado no había hecho separación entre ellos. Por eso era  el Paraíso de Dios: un lugar completamente santo y de exclusiva comunión divina. Pero un día hubo una interrupción en aquella santa comunión. El ser que fue arrojado del cielo, ahora convertido en Satanás, hizo su presencia trayendo la caída de la que ahora somos objetos. ¿Qué pasó entonces? Con aquel acto se creó un abismo entre el Creador y la criatura. Era necesario que alguien intercediera por el pecador delante del Dios santo. Dios, pues, no abandonó al hombre, aunque le sacó del paraíso. Muy temprano en la Biblia comenzamos a ver la figura del sumo sacerdote. La primera fue mostrada por Melquisedec, el hombre que además de ser sacerdote, fue rey, una figura posterior del Mesías. También vino el sacerdocio aarónico. Este oficio era de mediador entre Dios y los hombres, pero tales intermediarios eran pecadores, por lo tanto se requería de un sumo sacerdote que fuera hombre, pero sin pecado. ¿Y quién podía ser ese intermediario santo que entrara siempre en su presencia? Hay solo uno ¡Jesucristo!

 

I.JESÚS ES NUESTRO MÁS GRANDE SUMO SACERDOTE POR SUS  ALTÍSIMAS CUALIDADES

1. Un gran sumo sacerdote. Lo primero que tenemos que mencionar es que Jesús no solo hace las veces de un sacerdote ordinario, sino el de gran sumo sacerdote. Esto está escrito de una forma superlativa porque solo existe un ser a quien se le puede llamar así. El único que podía entrar en el lugar santísimo era el sumo sacerdote, y lo hacía en el “Yom Kippur” (Día de la Expiación). Aquella era una fecha exclusiva donde presentaba un sacrificio expiatorio por él y por su pueblo. La diferencia de Cristo como Gran Sumo Sacerdote es que el mismo fue el sacrificio. Al  sumo sacerdote le traían dos machos cabríos. A uno de ellos le imponía sus manos, pronunciando en voz audible las faltas de los penitentes, y después el animal era llevado al desierto con lo que se simbolizaba que los pecados también eran llevados fuera y borrados (Lv. 16:20-22). Jesús mismo fue ese macho cabrío. Él hizo esa expiación por nuestros pecados.

2. El que traspasó los cielos. El sumo sacerdote levítico traspasaba el lugar santísimo solo una vez a por año. Mientras lo hacía, las campanas que llevaba el borde de su vestido tenían que estar sonando todo el tiempo que duraba allí. Además debería tener una cuerda consigo, pues si se moría mientras ministraba, los que estaban allí esperando que saliera  podían alar el muerto. Pero note ahora la diferencia. Cuando Jesús murió se rompió el velo del templo para indicarnos que ya no hay separación entre Dios y los hombres a través del sacrificio de Cristo. Pero note que este gran sumo sacerdote “traspasó los cielos”, lo cual nos indica que su ministración trascendió lo temporal hacia lo eterno. El escritor a los hebreos lo expresa así: Porque no entró Cristo en el santuario hecho de mano, figura del verdadero, sino en el cielo mismo para presentarse ahora por nosotros ante Dios…” (He. 9:24). Jesús ascendió a los cielos para interceder desde el auténtico lugar santísimo, pues el primero era una sombra de lo venidero.

3. El gran sumo sacerdote es el Hijo de Dios. Cuando hablamos de las cualidades de este gran sumo sacerdote, la presente es la máxima de todas. Los hombres han tratado de crear una larga lista de mediadores entre Dios y ellos sin ningún resultado. Uno de esos casos bíblicos los tenemos con los dioses de Baal. Los profetas clamaron a ellos todo el día y no hubo respuesta, pero cuando Elías clamó al Dios verdadero, fuego vino del cielo (1 Re. 18:20-40). Ahora tenemos modernos mediadores que hace un gran tiempo murieron, por lo tanto quedan descalificados para este oficio. Ninguno de ellos tiene poder delante de Dios.  Algunos tienen en la virgen María su intercesora delante de Dios, pero la misma María necesitó de un salvador, ¿cómo podría ella hacer esta función? Así que Jesucristo, por ser el Hijo de Dios, es el único que puede ejercer la función de gran sumo sacerdote delante de su Padre. Dios no acepta ningún otro. Él nos representa porque es Hijo de Dios e Hijo del Hombre (1 Tim. 2:5, 6; Hch. 4:12).

4. Un gran sumo sacerdote sin pecado. El versículo 15 es  muy revelador en estas Escrituras. Es el texto que nos muestra la Deidad de Jesús. Es cierto que él es completo hombre, pero con la diferencia que jamás pecó. Él es un ser perfecto. Él es el “cordero de Dios sin mancha y sin contaminación”. Todos los demás sacerdotes tenían que presentar sacrificios por sus pecados y  por los del pueblo. Ellos tenían que venir todos los años. Ellos eran pecadores como el pueblo. Ellos no escapaban al juicio divino por sus pecados. Los hijos de Aarón ofrecieron un fuego extraño mientras ministraban y murieron delante de Dios. Pero nuestro Señor Jesucristo es sin pecado. Él es el único que está calificado para estar delante del Padre eterno haciendo intercesión por nosotros.

 

II.JESÚS ES NUESTRO MÁS GRANDE SUMO SACERDOTE, EL NOS ASISTE EN NUESTRAS DEBILIDADES

1. Tentado en todo v. 15. La Biblia nos dice que Dios no puede ser tentado, pero este texto nos dice que Jesús fue tentado en todo conforme a nuestra semejanza. ¿Se contradice la Biblia? ¡Por supuesto que no! Este texto nos aclara la gran doctrina de la Deidad. Pablo, hablando del “misterio de la piedad” nos ha dicho que Dios fue manifestado en carne. Eso significa que él asumió nuestra naturaleza humana. Y estando en esa naturaleza fue tentado y probado en todo. Cristo fue tentado en todo “según nuestra semejanza”, pero su gran diferencia es que en ninguna manera pecó ni en pasamientos, hechos o palabras. El diablo le sometió a las tres tentaciones más comunes: la que tiene que ver con el hambre,  el poder  y la fama en lugar de la cruz (Mt.4:1-11). Jesús pasó por el proceso de las tentaciones más comunes, pero no cedió a ninguna de ellas. ¿Tuvo Jesús dolores? ¡Sí! Él fue “varón de dolores, experimentado en quebrantos”.

 

2. Alguien que puede compadecerse de nosotros v. 15. La palabra compadecerse significa literalmente “sufrir con”. De esto se desprende la muy importante palabra “compasión”. Los evangelistas registran estas conmovedoras palabras: “Y al ver las multitudes tuvo compasión de ellas, porque las veía como ovejas sin pastor”. Nadie podrá culpar a Dios de indiferente ante sus necesidades después de ver la encarnación de la compasión en la persona de su Hijo. No hay llanto que Jesús no haya levantado. No hay tristeza que Jesús no conozca. No hay dolor que  Jesús no haya sentido. Si usted está sufriendo alguna ofensa, ya Jesús la pasó. Si usted ha sido menospreciado, nadie fue más que él. Si usted ha sufrido la pérdida de un ser amado, ya Dios el Padre anticipadamente había entregado a su Hijo.

 

III.JESÚS ES NUESTRO MÁS GRANDE SUMO SACERDOTE PORQUE NOS HA REVELADO EL TRONO DE LA GRACIA

1.Debemos acercarnos confiadamente. De acuerdo a este texto, cada vez que oramos debiéramos estar conscientes delante de quien estamos. La figura de un trono está relacionada con un rey. Jesucristo nos enseñó a orar al Padre nuestro y eso nos da un gran sentido de confianza.  Pero ahora se nos dice que “nos acerquemos… al trono de la gracia”. La oración debe ser considerada por nosotros como una entrada a los atrios de la realeza del cielo. ¿No es interesante que pueda entrar las veces que quiera delante de ese Rey? ¿Se ha dado cuenta que el rey ante el cual venimos es el más excelso de todos los monarcas, pues es Rey de reyes y Señor de señores? ¿Se acerca así confiadamente al presidente de su país? Así que semejante conocimiento debe llevarnos a examinar la manera cómo nos acercamos a ese trono.

2. Para alcanzar misericordia. Las cortes donde se sentencia la justicia humana están determinadas por las leyes que no deben ser quebrantadas. Cada hombre que hace lo malo debe ser castigado de acuerdo a esas leyes. ¿Ha cambiado eso en la justicia de Dios? ¡No! Él también tiene que castigar al pecado. Entonces,  ¿cómo acercarnos al Señor, si no somos más que pobres pecadores? No lo merecemos; no somos dignos. Todos estamos destituidos de su gloria y con­denados a muerte eterna. No hay justo ni siquiera uno; no hay quien haga el bien. Es más, no tenemos ningún derecho. Pero la promesa de este texto es que en lugar de ser condenados por nuestros actos, alcanzamos misericordia. Así que el texto nos garantiza que podemos ir confiadamente a él. Jesucristo como el gran sumo sacerdote nos ayuda alcanzar esa misericordia.

3. Para el oportuno socorro. La declaración “encontrar la gracia que nos ayude en nuestros momentos de apuro” significa que la ayuda nos llegará en el momento preciso. Dios ni se adelante ni atrasa en relación a su ayuda y a lo que nos conviene. Así que su gracia y ayuda siempre están disponibles, pero solo llegan cuando él lo disponga. ¿Cuántas han sido las veces que ha sentido la prolongación de una crisis sin que se dé la oportuna intervención del Señor?  El asunto es que Dios puede permitir alguna situación en nuestras vidas por un tiempo determinado, pero su ayuda será siempre oportuna.

CONCLUSIÓN: Uno de los  textos  con los que podemos concluir este mensaje lo dijo Pablo en Romanos 8:34, cuando al hablar de la seguridad eterna del creyente, expresó la siguiente pregunta: ¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aun, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros”. Esta es la más grande garantía del creyente. Jesús, además de ser nuestro abogado en el cielo, es nuestro gran sumo sacerdote. Tal posición nos asegura la entrada a la presencia del Padre, porque la “sangre de Cristo, su Hijo, nos limpia de todo pecado” antes de llegar allí. En medio de todo lo sublime, en medio del gran trono de la gracia donde hay querubines y serafines, donde la gloria es excelsa y sublime. Allí, a la diestra de Dios, ¡hay un Hombre! No hay un ángel glorificado, ¡hay un Hombre! ¡Hay un Hombre a la diestra de Dios! Ese hombre se llama Jesús, el que intercede como el sacerdote eterno. Acerquémonos a él confiadamente para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro. Él es nuestro gran sumo sacerdote.

Si desea consejería o hablar con el Pastor Julio Ruiz, puede llamarle a los

Tels. (571) 271-6590 (cel); (703) 250-0118 (casa) y (703) 534-5700 ext. 240v

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