Thursday, April 25, 2024
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Amando a los débiles respetando a los fuertes

EL EVANGELIO EN MARCHA

Amando a los débiles respetando a los fuertes

(Romanos 14:1-12)

Por: Rev. Julio Ruiz, Pastor

 

INTRODUCCIÓN: Pablo ha venido tratando el tema de la unidad de la iglesia con sus distintos elementos como el uso de los dones espirituales, el amor que edifica y la necesidad de estar todos despiertos para el trabajo y la esperanza que tenemos en la segunda venida de Cristo. Pero a este tema de la unidad de la iglesia pareciera que le ha faltado algo  de manera que su crecimiento sea integrado, cohesionado y que edifique a todos por igual. Este tema tiene que ver con la libertad del creyente. Un proverbio allá afuera de la iglesia dice: “El derecho de una persona termina donde comienza el derecho de la otra”. Es por eso que Pablo nos presenta una situación que puede afectar mucho la unidad de la iglesia o la puede fortalecer. Se trata de saber que dentro de la iglesia tenemos a hermanos débiles y a hermanos fuertes. Esto fue un problema durante los primeros días de la iglesia y lo es ahora. De allí que el tema de nuestro mensaje sea que amemos a los hermanos débiles y respetemos a los hermanos fuertes. Ahora, para sorpresa nuestra, en este texto los débiles no son los que nosotros suponemos que son hermanos nuevos, sencillos o con falta de conocimientos, sino hermanos a los que consideramos “fuertes”. Como la iglesia de Roma estaba compuesta por creyentes judíos y gentiles, algunos de estos últimos traían todavía algunas costumbres que ofendía a los judíos convertidos, sobre todo la que tenía que ver las carnes que comían porque pensaban que muchas de ellas habían sido sacrificadas a los ídolos. Era, pues, una situación de opiniones humanas, pero no de asuntos netamente doctrinales. El tema de la libertad cristiana es muy importante para la paz y la armonía de la iglesia. Esto me indica que cada hermano es necesario e importante en el cuerpo y lo que él piensa debo respetarlo aunque no esté de acuerdo. Un mal carácter, una actitud egoísta o una posición extrema daña el amor y la mutua edificación en el cuerpo. Por qué debemos amar a los débiles y respetar a los fuertes.

 

  1. LA OPINIÓN DE ESTOS DOS HERMANOS SON IMPORTANTES

 

  1. Evitar la contienda sobre asuntos no doctrinales v. 1. Hay asuntos de opinión humana acerca de nuestra fe cristiana que necesariamente no son mandatos bíblicos. Quiero decir que no son asuntos doctrinales que no ameritan discusión ni opinión porque todos los aceptamos como tal. Por ejemplo, en una iglesia de sana doctrina no vamos a entrar en discusión acerca de la encarnación del Señor o su resurrección, esas son doctrinas no discutibles ni negociables. Pero hay asuntos, como los presenta acá Pablo que tienen que ver con costumbres y hábitos donde no siempre hay una legislación por ser asunto de opiniones. Pablo espera que los llamados creyentes fuertes, los que habían crecido en la fe y habían alcanzado madurez espiritual, que no sirvieran de tropiezo para los llamados hermanos débiles. Un creyente débil es una referencia a un hermano con una fe inmadura todavía, una fe que no ha echado músculos. Alguien dijo que en la Iglesia debe prevalecer este principio: “En lo esencial unidad; en lo que no es esencial libertad en amor”. Evitemos la contienda.

 

  1. Entre carnes y legumbres v. 2. El hermano débil y el fuerte son parte del cuerpo de Cristo. Los dos han sido redimidos por la sangre de Cristo. Pablo los identifica como a uno que está lleno de muchos escrúpulos que prefiere ser vegetariano, mientras que el otro  come carne como algo natural y como si eso formara parte de su vida. ¿Cuál era el trasfondo de este asunto? ¿Se estaba refiriendo Pablo a que dentro de la iglesia había un  grupo de vegetarianos y otros que solo comían carne? Bueno, el asunto tenía que ver  que los hermanos muy escrupulosos sostenían que las carnes que comían los demás, especialmente los hermanos que venían del mundo gentil, habían sido sacrificadas a los ídolos  y  para ellos eso era una especie de sacrilegio. Pero los hermanos no veían nada malo en esto. Por lo tanto todo era un asunto de opinión.

 

  1. LO QUE HACEN ESTOS DOS HERMANOS DEBE SER RESPETADO

 

  1. El que hace diferencia del día… v. 5. Este tipo de hermanos que nos presenta Pablo también forman parte de un grupo que tiene una postura definida acerca de las cosas que hace. Como alguien lo ha explicado. “Cada uno debe estar firme en sus propias opiniones. Cada uno ha recibido una instrucción diferente dentro de la iglesia, unos para guardar algunos días como importantes, otros para saber que el guardarlos no cambia, ni altera su consagración y devoción para con Dios, por eso cada quien, decida lo que decida creer según la sana doctrina que haya recibido que lo haga con firmeza y devoción primero para escudriñar la verdad, para que no lo haga con ignorancia sino con convencimiento pleno de lo que la escritura enseña para estar enteramente persuadido a la verdad”.
  2. El que come, para el Señor come… v. 6. Lo que Pablo tiene en mente mientras escribe es que con la venida de Cristo este asunto de los días quedó abolido. Las festividades judías no era el tema central del evangelio sino la persona por quien vino este evangelio. Lo más importante no es guardar el día sino asegurarnos que el día que sea lo consagremos para el Señor. En ese mismo contexto Pablo sigue abordando el asunto que quien tiene su postura de comer carne y no tiene un problema de conciencia, este creyente llega a la conclusión que lo que él está haciendo lo hace para el Señor. ¿Cuál es entonces la situación? Que lo mismo hace el que considera que no debe comer carne sino limitarse a vegetales. Ambos están convencidos que al final lo que desean es agradar a Dios con sus posturas.

 

III. LA EXISTENCIA DE ESTOS DOS HERMANOS SON DEL SEÑOR

  1. Nadie vive para sí mismo v. 7. El débil y el fuerte no se pertenecen a sí mismo. La existencia de ellos en el cuerpo de Cristo es para el Señor. El creyente que vive para sí mismo es egoísta y busca solo que prospera su opinión y sus propios planes. Los únicos que viven para sí mismos y mueren para ellos mismos son los que no conocen a Cristo. Son los que hacen su propia filosofía de vida. Uno de esos hombres que vivió para sí mismo fue  Alejandro el Grande, y por tal razón, cuando se encontró al borde de la muerte  convocó a sus Generales y les comunicó sus tres últimos deseos: Primero que su ataúd fuese transportado por los médicos de la época. Segundo que mientras lo llevaran a su tumba, fueran esparcidos por el camino los tesoros que había conquistado (plata, oro, piedras preciosas, etc.). Y tercero que sus manos estuvieran fuera del ataúd, balanceándose en el aire y a la vista de todos. Los generales sorprendidos les preguntaron las razones de este deseo. Y contestó porque los médicos no tienen poder sobre la muerte, los bienes materiales quedan acá y la mano balanceando indica que llegamos con las manos vacías y así nos vamos.
  2. Si vivimos o morimos somos del Señor v. 8. Este es un texto que está lleno del señorío de Cristo. Por lo menos nueve veces es mencionado la palabra “Señor”. El tema del señorío de Cristo es el de más grande desafío para la vida cristiana. Nos gusta la vida cristiana porque forma parte de lo que ahora somos, pero no somos dados a aceptar el señorío de Cristo pues esto implica un gran sacrificio. El único señor de la época era el emperador y quien desafiara su señorío se exponía a la muerte. Esto plantea que todo creyente tiene que saber para quien vive y también para quien morirá. Los creyentes del primer siglo no tuvieron duda para que quien vivían, pero sobre todo, no tenían dudas para quien morían pues sus muertes ya estaban sentenciadas. Las arenas de los coliseos romanos son testigos mudos de aquellas muertes que honraron al Señor. Este texto es uno de los más serios compromisos del creyente. Si yo no sé para quien vivo será muy difícil saber para quien moriré. Pablo confirma que con su muerte y resurrección Cristo  llegó a ser el Señor de vivos y de muertos v. 9.
  3. LOS HECHOS DE ESTOS DOS HERMANOS LOS JUSGARÁ DIOS

 

  1. No nos corresponde a nosotros el juicio vv. 4, 10. Los seres humanos somos verdaderamente complejos. Tenemos la tendencia de medir a los demás de acuerdo a lo que vemos por fuera. Al compararnos con otros para juzgarlos descubrimos  un sin fin de fallas, pero no siempre vemos las nuestras. Hemos hecho nuestro propio instrumento para medir  a los demás, pero muy rara veces lo usamos para medir el tamaño de nuestra propia condición. El juzgar o el menospreciar son dos terribles pecados que podemos cometer contra un creyente. Pablo ha venido hablando del hermano débil a quien debemos amar y del hermano fuerte a quien debemos respetar. Los dos son necesarios e importantes. El énfasis de la enseñanza de Pablo es que antes de criticarnos o juzgarnos que dejemos eso a Dios. El  hijo de Dios no ha sido llamado para convertirse en un acusador de su mismo hermano. Dios no nos ha elegido para que seamos  abogados acusadores. ¿Usted sabe quién es el acusador del creyente? ¡Satanás! Pablo le dice al hermano débil que no juzgue al hermano fuerte porque come carne o al fuerte porque el otro come vegetales. Eso es tarea de Dios.

 

CONCLUSIÓN: Hay dos hermanos que están en cada congregación: uno es débil y el otro es fuerte. Todas las iglesias tienen a estos dos hermanos. Pablo advirtió la presencia de los dos en Roma. Uno era dado a degustar las carnes, mientras que el otro era vegetariano. Por medio de este mensaje nos damos cuenta que la opinión de estos dos hermanos son importantes y que ninguna debe prevalecer sobre la otra. Por otro lado lo que ambos hacen debe ser respetado. Ninguno debe pretender que es más importante que otro. Además, ambos hermanos son pertenencia divina y deben vivir o morir para el Señor. Ninguno de ellos vive o muere para sí mismos. Y es en medio de esto que al final se nos dice que los hechos de ambos hermanos serán juzgados por Dios quien es el único que tiene este derecho. Por lo tanto, y en virtud de lo expresado, se nos exhorta a amar al hermano débil y soportar al hermano fuerte. Debo recordar que soy libre en Cristo, pero mi libertad se termina cuando comienza del derecho del otro. Al final nos debemos los dos para edificar el cuerpo de Cristo.

 

Si usted quiere comunicarse con el pastor Julio, llámelo al (571) 251- 6590 o escríbale a pastorjulioruiz55@gmail.com

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