Wednesday, April 24, 2024

Tocando lo intocable

EL EVANGELIO EN MARCHA

Tocando lo intocable

(MARCOS 1:40-45)

Por: Rev. Julio Ruiz, Pastor

 

INTRODUCCIÓN: Hemos iniciado una nueva serie que tiene que ver con la compasión de Jesús. La compasión era como el “motor” que lo movía para hacer su tarea. Hoy veremos a Jesús en un encuentro con un leproso, lo último que haría un rabino. Jesús está en enseñando en la sinagoga, la cátedra donde se sentaba Moisés, el lugar predilecto de los escribas y fariseos. Fue en una sinagoga donde Jesús previamente había leído la profecía que declaraba su misión y su tarea entre los hombres. Una de aquellas revelaciones decía que él vino: “A poner en libertad a los oprimidos…” (Lc. 4:18c). Los maestros de la ley enseñaban lo que la ley decía respecto a la lepra y los presos. Su énfasis era que ellos tenían que estar fuera. Y los sacerdotes eran los encargados en declarar inmundo a quien se le detectaba esta terrible enfermedad. Vea lo que la dice al respecto Levítico 13:1-3. Esto era lo que los rabinos enseñaban. Esto era lo que el pueblo escuchaba. Los leprosos eran inmundos y deberían usar una campana que anunciaban su presencia para que nadie se les acercara. Pero vea este cuadro. Jesús está en la sinagoga. Ahora el comienza donde los rabinos terminaban. Jesús era más que un rabino. Él era Dios con nosotros que había venido a poner en libertad a estos oprimidos. Él hizo algo que ningún otro maestro de la ley haría: tocar lo intocable.  Este hombre tendría que esperar que Jesús saliera de la sinagoga, y allí en presencia de todos se acercó a Jesús con una gran petición: “Si quieres, puedes limpiarme. Jesús no le habló de este hombre de Jesús de lo que la ley decía sobre la lepra, sino que tomó la iniciativa de sanar al leproso. Esto tenía que ver con su compasión.  Veámosla ahora en este milagro sanador.

 

 

  1. HAY UN HOMBRE DESECHADO QUE NADIE TOCARÍA

 

  1. Desechado físicamente v. 40. La creencia que la lepra era castigo de Dios eliminaba la compasión y la simpatía por el leproso.  Lo que se sabía era que no había una cura conocida para la lepra, así que cuando el sacerdote declaraba a un hombre leproso, estaba condenado a una existencia de sufrimiento psicológico y físico. ¿Cuál era la condición de esta gente? Por un lado, la ley les prohibía entrar a cualquier ciudad amurallada. No podían tocar a otra persona y nadie podría tocarlos a ellos. Su aspecto era espantoso: ropas sucias, pelo desaliñado; tenían que usar un pañuelo en la boca, vivían llenos de úlceras y la mayoría de ellos les falta una parte de sus cuerpos. Carecían de sensibilidad en los dedos de las manos y los pies, por lo que a medida que caminaban descalzos las piedras afiladas les dañaban los dedos.  Era algo inmundo tener algún contacto con un leproso. Tocarlos era como darle un abrazo a un cerdo que se acaba de salir del barro. Era algo así como cargar el fétido cadáver de algún animal. El leproso daba asco. Esto era lo que enseñaban los rabinos en las sinagogas. Pero allí está un rabino que había venido a buscar y a salvar lo que se había perdido.
  2. Desechado socialmente v. 40. Socialmente se podía considerar al leproso como un muerto viviente. En el libro de Levítico describía la condición de vida que tenía que soportar el leproso, entre ellas: vagar por lugares solitarios, harapiento y despeinado gritando: “¡Impuro, impuro!”. De esta manera su morada estaba fuera de lugares habitados (Lev. 13, 45-46), tan parecido al “endemoniado gadareno” quien vivía “entre los sepulcros”. La prohibición de vivir entre la gente se mantenía con estricta rigidez. Esa era la vida de un leproso.
  3. Desechado espiritualmente v. 40. El leproso se consideraba también un desechado espiritual. Si Jesús estaba enseñando en la sinagoga como nos refiere este texto, este hombre no podía estar presente donde estaban los “espirituales” porque él era inmundo por su condición. Mis hermanos, la lepra ha sido una forma de definir al pecado. Nada lo describe mejor como esta terrible enfermedad. ¿Cuál es el sentido de esto? Pues que el pecado nos hace tan impuros como lo hacía la lepra. El pecado nos hace inmundos, ante un Dios santo y perfecto.

 

  1. HAY UN SOLO HOMBRE QUE TOCARÍA LO DESECHADO

 

  1. “Vino a él un leproso, rogándole…” v. 40. Hay una observación que debe ser hecha acá. Este leproso no podía ir a un sacerdote porque no había sido curado. La ley decía que si la persona recibía sanidad de su enfermedad entonces se presentaría al sacerdote con alguna ofrenda para que éste lo declarara sano, por lo tanto, él no podía acercarse a un sacerdote porque estaba inmundo. Pero tampoco este leproso podía acercarse a algún rabino porque nadie mejor que ellos para saber y enseñar acerca de este asunto que la ley decía, y seguramente eso era parte de las enseñanzas. Pero esta historia cambia. Aquel hombre en su desesperación tomó la iniciativa de fe y vino a buscar a Jesús.

 

  1. “Si quieres, puedes limpiarme” v. 40b. Esta es la oración más corta y la más poderosa que puede hacer alguien que desea cambiar su vida. El Señor siempre quiere sanar y salvar al que otros han desechado. Nada levanta más el deseo del Señor por libertar al cautivo que verlo acercarse y suplicar por su limpieza. Esta oración admite un estado que debe ser cambiado. Reconoce que hay sobre sí mismo un poder que lo esclaviza, una tortura que no puede que persigue todo el tiempo. Pero, sobre todo, la persona que vive esa condición reconoce que hay un solo ser que puede cambiar el estado de miseria y de inmundicia donde nos conduce la vida. Pero la oración plantea una decisión que involucra su fe en el Señor.

 

  1. “Y Jesús… extendió la mano y le tocó…” v. 41. Un asunto que era altamente conocido entre los judíos era que quien tocara a un leproso se volvía impuro. Entonces, ¿qué hace Jesús ante esta situación? Vamos a verlo de esta forma. Jesús tenía el poder para sanar sin necesidad de tocar a la persona. En algunos casos simplemente dio la orden y la persona fue sanada, como el caso del siervo del centurión. Pero el texto dice que Jesús tuvo misericordia de él.

 

III.  HAY UN HOMBRE TRANSFORMADO QUE TODOS TOCARÍAN

 

  1. La lepra fue quitado de él…v. 41b. Esta declaración revela el nuevo estado de aquella persona enferma. ¿Qué sucedió en ese momento? Pues que Jesús restauró al pobre, miserable, deteriorado y putrefacto y ahora es un hombre nuevo que todos tocarán. Por la referencia de la sanidad de Naamán se nos dice que cuando fue sanado, después de zambullirse siete veces en el río Jordán (2 Re. 5:9, 10; 14) su piel llegó a ser como la de un niño. Mis hermanos, ¿quién no desea tocar la piel de un niño? Se sabe por la naturaleza de algunos seres que solo los inmundos tocan lo inmundo.

 

  1. Recuperado para su hogar. La peor cosa que vivía un leproso era su soledad. Además de lo terrible de vivir con una condición infrahumana, con dolores y olores putrefactos, esta persona vivía todo el tiempo recordando a su familia y al hogar que había perdido. Los recuerdos de su esposa, los hijos, los hermanos, las reuniones, la vivencia entre ellos, era una tortura mayor. Los hijos que antes abrazaba ahora tienen que rechazarlo. La condición emocional y síquica no podía ser peor. Ahora imagínese otro cuadro. Piense en este hombre que fue sanado. Véalo regresando a casa después que el sacerdote le declara sano. Vea el abrazo de la esposa, de los hijos, de los padres o hermanos. Véalo tocando la piel de los demás. Véalo limpio de su inmundicia. Véalo restaurado.

 

  1. “Pero ido él, comenzó a publicar… el hecho…” v. 45. Cuando alguien es testigo de un milagro en su vida de parte del Señor jamás podrá ocultar el hecho.  Cuando la salud que se recibe es real eso no puede quedar oculto. Es la gente la que tiene que calificar el nuevo estado de aquel hombre. Los mejores predicadores son aquellos que han sido testigos del poder de Dios. Se ha dicho que si nuestros convertidos no pasan la prueba del cambio no valen nada. Cuando alguien es tocado por Jesús, su vida tiene que ser otra. Los enemigos tendrán que reconocer la obra en un hombre transformado.

 

CONCLUSION: Le voy hacer pensar en algo. Traiga a su memoria un momento muy vergonzoso y penoso por el que haya pasado. A lo mejor fue en la escuela, cuando eras diferente de los otros estudiantes y se burlaban de ti. Pudo ser algo que pasó en tu trabajo, cuando hiciste algo indebido y todos se fijaron. Quizás fue en algún evento social, cuando cometiste un algún error. Al final esos momentos pasan y se acaban. Aunque la vergüenza es terrible en ese momento, después de cierto tiempo, todos se ha olvidado y la vida sigue normal. Pero imagina que ese momento nunca se acabara. En vez de volver a la vida normal, sigues con esa pena y ese sentido de rechazo toda la vida. Esa era la vida de un leproso. La persona leprosa, por ley, debía mantenerse alejada de los demás. El pecado es comparado con la lepra. El pecado convierte al individuo en un ser sin propósito, alejado de Dios, vacío y viviendo den soledad. Solo el toque de Jesús puede sanar su condición y traer de regreso a ese hombre a la vida social, familiar y espiritual. El Señor hace nueva todas las cosas. Amén.

 

Si usted quiere comunicarse con el pastor Julio, llámelo al (571) 251- 6590 o escríbale a pastorjulioruiz55@gmail.com

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