Saturday, April 27, 2024

Nuestro Soberano Dios

(Efesios 1:11-14)

POR: REV. JULIO RUIZ*

INTRODUCCIÓN

  La soberanía de Dios es otro de Sus atributos, conocidos como los “atributos incomunicables”. El propósito de este atributo será el poder acercarnos para contemplar la grandeza de Dios, así como la toma de Sus decisiones, según su sola y única voluntad. Cuando hablamos de la Soberanía de Dios estamos afirmando la verdad fundamental de la teología y de toda la doctrina cristiana.

  Este atributo se define como el reino absoluto, activo y continuo de Dios sobre los cielos, la tierra y el infierno mismo. Es el absoluto derecho de Dios para gobernar y presidir sobre todas las cosas sin límites en su gobierno. En cuanto a su alcance, la soberanía de Dios se sobrepone a todo poder y autoridad hasta el punto de anularlos.

  Esto implica que solo Dios tiene el derecho indiscutible de ejercer su dominio en todo lo creado (incluyendo todos los gobiernos terrenas y celestiales), con toda su majestad sin obstáculo alguno.  Spurgeon escribió de la soberanía de Dios lo siguiente: “No hay ningún atributo de Dios que sea más consolador para Sus hijos que la doctrina de la Soberanía Divina”.

  ¿Por qué este predicador dijo esto? Porque hay un solo Rey de reyes y un Señor de señores presidiendo con un Plan Maestro a toda la humanidad. Creo que esto fue lo que debió llevar al comentarista AW Pink a decir: “Dios siempre hace lo que quiere, cuando quiere, donde quiere, con quien quiere”. Este atributo debería alegrar nuestro corazón, porque Dios tiene control absoluto y reina sobre todo lo que sucede; pero, además, porque no es el diablo quien está a cargo del mundo, ni Washington ni Moscú ni Pekín. La soberanía de Dios nos hace exclamar con el salmista: “Jehová estableció en los cielos su trono, y su reino domina sobre todos.” Salmos 103:19); o como dice Job 42:2 “Yo sé que tú puedes hacer todas las cosas, y que ninguno de tus propósitos puede ser frustrado.” NBLA. Y el profeta Daniel nos da esta visión: “Todos los habitantes de la tierra son considerados como nada, más Él actúa conforme a su voluntad en el ejército del cielo y entre los habitantes de la tierra. Nadie puede detener su mano, ni decirle: ‘¿Qué has hecho?’. (Daniel 4:35). Veamos pues, cuál es el alcance de la soberanía de Dios.

I.                             LA SOBERANÍA DE DIOS DESDE LA ETERNIDAD

 “En él asimismo tuvimos herencia, habiendo sido predestinados…” (Efesios 1:11).  En este solo texto encontramos cuatro palabras claves, todas ellas vistas en el contexto de la eternidad:  predestinado, propósito, concejo, voluntad. De esta manera podemos imaginarnos al Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo en una reunión de Su eternidad, tomando la decisión en un determinado consejo, y en el ejercicio de su plena voluntad, otorgándonos una herencia antes de ser creados.  Y de ese consejo surgió el “propósito” y la decisión divina de nuestra elección. ¿Usted se ha puesto a pensar que Dios anticipadamente sabía todo de ti, antes de nacer, y después de nacer? Él sabía quiénes iban a ser tus padres, cómo te llamarían, dónde crecerías, dónde vivirías y quién finalmente serías. Por lo tanto, tú no eres un accidente en la vida. Y, por si faltara algo, fue en esa eternidad pasada, con su consejo y la voluntad trina, cuando se dio el acto de la predestinación. Con esto concuerdan las palabras de Pablo a los Romanos 8:28-29. Todo esto nos revela la doctrina de la elección de Dios, pero esa elección no fue hecha al azar, sino a través del Cordero de Dios inmolado antes que el mundo fuese (1 Pedro 1:19-20).

II.                          LA SOBERANÍA DE DIOS EN LA CREACIÓN

Todo lo que Jehová quiere, lo hace, en los cielos y en la tierra, en los mares y en todos los abismos” (Salmos 135:6). Esto se llama soberanía total. En Genesis 1:1, Dios reveló su soberanía gobernando toda su creación. Muchos hombres todavía siguen negando que el origen de este mundo fue hecho por un ser supremo, sino que somos el producto de una explosión conocida como el “big bang”. Esta es la manera cómo los científicos explican el origen del universo. Según ellos, todo comenzó como un solo punto, luego se expandió y se estiró para crecer tanto como lo es ahora, ¡y todavía se está extendiendo! durante los últimos 13,800,000,000 años. ¿Cómo sacaron esa edad? ¡Nadie la sabe! Mientras tanto, Génesis nos muestra a Dios como el Arquitecto del universo. Los astros y las estrellas no se hicieron a sí mismos. La tierra no nació sola, tampoco los océanos y los mares. El único que estuvo desde el principio fue Dios, y en Él todas las cosas tienen su origen, siendo soberano sobre todo. No fue un “big bang” quien originó la luz, porque la Biblia dice: “Y dijo Dios, sea la luz y fue la luz”. Otra vez, el consejo y la voluntad del Dios trino crearon este universo. Y ¿quién estaba allí para oponerse? La Biblia de un solo plumazo nos dice: “Por la palabra de Jehová fueron hechos los cielos, y todo el ejército de ellos por el aliento de su boca.  Él junta como montón las aguas del mar; Él pone en depósitos los abismos. Tema a Jehová toda la tierra; teman delante de Él todos los habitantes del mundo. Porque Él dijo, y fue hecho; Él mandó, y existió.” (Salmo 33: 6-9). Este es el Dios creador del universo. Él es Dios soberano imponente. Nos consuela pues, saber que este universo no está siendo dirigido por una democracia, donde todos opinan y toman decisiones, sino por una teocracia donde todo está bajo el completo control de Dios, y donde Él no necesita la opinión de nadie para actuar.

III.                       LA SOBERANÍA DE DIOS EN LA HISTORIA

“Jehová hace nulo el consejo de las naciones…” (Salmos 33:10-11). Este texto reafirma una verdad universal y es que la soberanía de Dios gobierna la historia y la providencia. Dios no solamente ha creado el mundo con toda su belleza, esplendor y gloria, sino que Él es quien dirige todos los asuntos humanos.  Hay hombres que piensan en Dios como pensaban los griegos, quienes, al ver al mundo con tanta corrupción se alejaron de los hombres; pero contrario a esto, nuestro Dios permanece muy activo en la historia humana. Por ejemplo, Él es quien pone o quita a un gobierno, y hasta deja a gobernantes malvados para cumplir su propósito. Durante el tiempo de Cristo existieron gobernantes malvados, y Dios se glorificó a través de ellos. Esto nos asegura que la historia de la humanidad no va sola, dando saltos al azar, sino que detrás de ella está Dios guiando sus circunstancias, y ejecutando su plan, aunque el hombre no lo vea. En Isaías 46:8-10 el profeta nos deja una afirmación digna de afirmar y está llena de confianza para pensar en el destino final de nuestra historia: “Mi consejo permanecerá, y haré todo lo que quiero…” v. 10. ¿Qué significa esto? Que nuestro Dios no está sujeto a nada, y no actúa por la influencia de nadie porque Él es absolutamente independiente. Esto significa que Dios hace lo que le plazca, según el designio de su voluntad sin que nadie lo contradiga o lo obstaculice, significa que Dios está en control e incluso de los corazones de los gobernantes para llevar a cabo Su propósito soberano, ya establecido para la historia. Dios comenzó su historia con su humanidad creada, y la terminará, por lo tanto, no será el hombre. Ya Dios tiene el año, el día y la hora señalada para ese final.

IV.          LA SOBERANÍA DE DIOS EN NUESTRA SALVACIÓN

“… según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él…” (Efesios 1:4). Esto significa que Dios gobierna en nuestra salvación. ¿Cómo lo ha hecho? Predestinando a su pueblo para la salvación según sus propósitos eternos, y sin tomar en cuenta el conocimiento previo respecto a nuestras futuras acciones y decisiones. Aquella elección fue hecha por Él mismo, y para su propia gloria, y nadie más estuvo allí para ayudarlo con esa elección. De esta manera vemos a un Dios ejerciendo su soberanía sobre nuestros corazones, alcanzándonos con su gracia y transformándonos. Tan maravilloso es esto que aun los ángeles se gozan al escuchar el mensaje del evangelio y al ver cómo Dios intervino en esto, proveyendo a través de la muerte de su Hijo esa eterna salvación. Los ángeles que no pecaron no necesitan salvación, de allí su asombro, y hasta maravillarse de ver a hombres y mujeres redimidos y perdonados en el cielo, cantando junto a ellos, y diciendo: “¡Aleluya! Salvación y honra y gloria y poder son del Señor Dios nuestro…” (Apocalipsis 19:1). Nuestra salvación es toda de Dios pues nosotros no hicimos absolutamente nada para merecerla. La salvación por obras atribuye al hombre una “ayudadita” a Dios. ¿Le suena común la frase “yo me convertí al Señor?”. Nadie se convierte al Señor. Nos atribuimos méritos al pensar en una salvación donde también nosotros participamos, quitándole ese mérito exclusivo de Dios. Pero la Biblia dice que solo hay un “autor y consumador de nuestra fe” (Hebreos 12:2). El hombre cree que el cielo le pertenece por herencia, sin pasar por el proceso establecido por Dios. La salvación es un acto exclusivo de la pura soberanía de Dios. Nadie podrá salvarse por sí mismo sin la intervención de Dios.

V.            LA SOBERANÍA DE DIOS EN NUESTRO DIARIO VIVIR

“Y sabemos que a los que aman a Dios todas las cosas les ayudan a bien…” (Romanos 8:28). Por supuesto que este texto necesita ser entendido a la luz de su segunda parte. ¿Qué significa esto? Que, si usted forma parte de los que “conforme a su propósito son llamados”, la primera parte del texto se cumplirá en usted. De esta manera, si de momento nos sentimos rodeados de un gran caos y confusión, recordemos a nuestro poderoso y amoroso Dios, quien tiene todo bajo control, y nada ocurrirá sin estar fuera de Su voluntad. Por otro lado, Filipenses 1:6 nos recuerda que todos somos “una obra en construcción”. De esta manera, la soberanía de Dios la vemos en la manera cómo Él usa la santificación para ayudarnos a crecer en nuestra consagración a Él. Dios intencionalmente nos conduce a través de un proceso de madurez donde muchas veces permite circunstancias difíciles como una enfermedad, un desencanto o alguna pérdida para sacarnos de allí más fortalecidos y renovados. Como Dios se acuerda de que somos polvo, llenos de innumerables fallas, defectos y debilidades, se acerca para supervisar esa condición, y llevarnos a un nivel más alto de donde hemos caído. Aun nuestras caídas Él las tiene contabilizadas. Por otro lado, si Dios tiene el control de todo, y si sabemos de su amor, poder, fidelidad y paciencia, podemos tomar nuestras decisiones y ellas serán dirigidas bajo soberanía. Cuando sabemos que Dios dirige nuestras circunstancias, al final debemos saber que todo ayudará para bien.  

CONCLUSIÓN: De este mensaje enfatizamos estas frases: El Señor reina sobre toda la tierra y su soberanía se manifiesta en todos los lugares. Él reina sobre las naciones y sus gobiernos. Él reina sobre toda su creación. Él reina sobre eventos y circunstancias, nada pasa sin que Él permita.  Él reina sobre la gente buena y la gente mala. Él reina sobre la salvación, pues nada hicimos para salvarnos, porque no la merecíamos. Esto significa que nosotros no somos soberanos, no tenemos control sobre nada. Fue Dios quien nos hizo de barro, escogiendo nuestro nacimiento. Él escogió la fecha cuando nacerías, el país donde vivirías, la familia que tendrías, y las vivencias que pasarías. Él escogió tu historia; escogió si ibas hombre o mujer, y sobre todas las cosas: Él te escogió para seguir vivo y escucharas esta palabra. Y hay algo más, Dios escogió la hora de tu llegada y ya ha escogido la hora de tu partida. ¿Y sabe por qué Dios hace esto? Porque Él es “nuestro soberano Dios”. Porque Él hace lo que quiere, cómo quiere, cuándo quiere y dónde quiera. Eso fue lo que hizo con Nínive a pesar de Jonás. Finalmente, hay dos pasajes más que nos revelan la soberanía de Dios y la pequeñez del hombre (Isaías 40: 12-17 y Colosenses 1:16-17).

     Julio Ruiz es pastor de la Iglesia Bautista, Ambiente de Gracia, ubicada en la 5424 Ox Rd. Fairfax Station, VA 22039 Tel. 571-251-6590 (pastorjulioruiz55@gmail.com)

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