Thursday, April 25, 2024
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El viaje hacia un nuevo mundo

EL EVANGELIO EN MARCHA

(GÉNESIS 12:1-9)

201Por: Rev.Julio Ruiz, Pastor de Iglesia Bautista Hispana Columbia, Falls Church, Virginia

INTRODUCCIÓN: ¿Sabía usted que la historia de la humanidad está escrita sobre “tablas de  inmigración”? Todos tenemos alguna conexión de un familiar que emigró de un país a otro, o aún dentro de un estado a otro en su propio país. No es sorpresa que algunos hijos o nietos tengan las facciones de un europeo, americano, mestizo o indígena. Nadie podrá decir que tiene una “casta pura”, pues algún extranjero podría estar detrás de su abolengo. Así, pues, todos somos extranjeros en un nuevo mundo. Los que hemos llegado a este país (independientemente como haya sido), estamos agradecidos por sus bondades y sus puertas abiertas para el progreso personal y familiar. Pero también porque este país sabe de la importancia que ha significado para su progreso la vida de sus inmigrantes. En estas fechas patrias, cuando celebramos el llamado mes de la “herencia hispana”, necesario es reconocer el gran aporte de la gente que vino de otros países para hacer crecer a este continente americano. Mucho del progreso industrial, educativo, deportivo y la llamada “mano de obra” que mueve la construcción y otros trabajos que nadie más hace, se la debe al inmigrante que llegó con el deseo de progresar y ayudar a  la nación que nos dio su bienvenida. Por supuesto que el haber llegado a este “nuevo mundo” tenemos todo un desafío de adaptación, pues se trata de un giro cultural que nos lleva a un nuevo estilo de vida. El asunto es que al insertarse en este “nuevo mundo”, el anhelo que más priva es  vivir en libertad. Libertad de alguna persecución política, libertad de la violencia, libertad de economías inflacionarias. Pero sobre todo, vivir en la libertad “con que Cristo nos hizo libre”. Si esta libertad la conseguimos al viajar hacia “un  nuevo mundo”, entonces valió la pena inmigrar. Abraham fue llamado de su país para explorar lo que luego sería “la tierra prometida”. Muchos años después, otro explorador llamado Cristóbal Colón se convertiría en el conquistador de este “nuevo mundo”, llamado América. ¿Cuáles son las lecciones que aprendemos de de nuestros inmigrantes antepasados  al celebrar el llamado “Día de la Hispanidad”?

I. EXPLORAR UN NUEVO MUNDO ES UN ACTO DE  FE

1. La osadía de la aventura (Gn. 12). Yo no sé si usted se ha puesto a pensar en la osadía de Cristóbal Colón de aventurarse a la conquista de un nuevo mundo con  las tres embarcaciones,  llamadas “la Niña, la Pinta y la Santa María”, sólo tiradas por el viento, sabiendo de los peligros propios del mar y de los eventuales huracanes hace unos 500 años atrás. Pero así lo hizo. El viaje duró más de un mes de navegación hacia el Oeste sin ver tierra. Y aunque si bien es cierto que en la mentalidad de este marinero surcada la obtención de nuevas tierras para la corona de España, pero también de “cristianizar” los mundos conquistados, tuvo una gran fe para lograr semejante viaje. La fe sigue siendo lo que más domina la mente de un inmigrante. Sus sueños están respaldados por esa fe. Abraham tuvo esa fe cuando Dios le dijo que saliera de su tierra (v.1). La fe apunta a algo mejor.

 

2. La determinación de la conquista (He.11:8,10). El llamado “Día de la Hispanidad”,  conocido también  como el “Día de la Raza” o “El Acercamiento de dos Mundos”, nace como un recordatorio del tiempo cuando Cristóbal Colón llegó a la América, especialmente a las islas Bahamas, el 12 de octubre de 1492 atravesando el océano atlántico. Aquella fue la fecha cuando nos “descubrieron”, según algunos le han dado por llamarnos. Pero estudiosos de la historia consideran que Cristóbal Colón no sería el primero en haber hecho un viaje para descubrir un nuevo mundo más allá de Europa, pues al parecer ya otros lo habían intentado, sobre todo los vikingos y algunos pueblos asiáticos. Sin embargo, fue el viaje de Colón el que dio a conocer por primera vez en Europa la existencia de ese nuevo continente, todo por la determinación de ir más allá de las fronteras donde se vive. Como quiera que sea, en la mente de un conquistador impera la determinación. Y la determinación tiene su mejor aliada en la fe. Por supuesto que la  fe que conquista de acuerdo a  la Biblia, apunta más a lo celestial que a lo terrenal (He. 11:10).

 

II. EXPLORAR UN NUEVO MUNDO ES UN ACTO DE  ESPERANZA

 

1. El sueño americano (He. 11:9). En la mente de los conquistadores antiguos, al estilo de Cristóbal Colón, estaba muy clara la esperanza de encontrar riquezas en las tierras exploradas para ser traídas a los tesoros de sus reyes. El poder descubrir nuevos mundos contemplaba la posibilidad de mejorar la vida de la nación que conquista. Por supuesto que cuando se descubrió la América, con todo ese mundo exuberante que el mismo Colón narra en sus cartas de las tierras conquistadas, lo que todos veían y ponderaban era haber llegado a una especie de “tierra prometida”. El descubrimiento del oro que los mismos nativos les mostraban, hacía de todo aquello una especie de “sueño americano”. En la historia que  Cristóbal Colón escribió muestra las bondades de todas las tierras. Habla de cuán ricas eran para la agricultura, la ganadería y cómo estaban dotadas de minerales como el oro que podía ser llevado a España. Y esa es la mentalidad del que viaja en la búsqueda de mejores condiciones para su vida. El llamado “un sueño americano” siempre está latente en todo aquel que emigra hacia otro continente. Es una esperanza para mejorar su condición de vida. Y esto es  legítimo y bíblico (Ro.8:23-24).

 

III. EXPLORAR UN NUEVO MUNDO ES UN ACTO DE INCERTIDUMBRE

 

1. Enfrentando lo desconocido (Rut 1:16). Los que hemos inmigrado a otros continentes, dejando atrás nuestras vivencias, familias, amigos y la cultura de la patria que nos vio nacer; y luego ser insertados en un nuevo suelo, con una nueva lengua y nuevas costumbres,  pasamos por el tiempo de los cambios y los acomodos.  Los recuerdos de aquella vida hogareña, donde los vecinos se conjugaban con la familia en el saludo espontáneo, entre los comentarios y los chistes de las cosas más triviales, y aun en las tertulias que podían llevar hasta la media noche, alimentan en los momentos de soledad, la nostalgia por el hogar dejado. La incertidumbre es propia del inmigrante. Y el desafío es mayor cuando en tierra extraña llego a descubrir que no soy el mismo que fui en mi país. Que tendré que enfrentar trabajos para los cuales no estudié y convivir con gente a quien no conocí. Pero es allí donde la resolución de Rut debe imperar: “… tu pueblo será mi pueblo y tu Dios, mi Dios’ (Rut 1:16).

 

2. Confiando que todo saldrá bien (3Jn.2). La historia de Cristóbal Colón que sirve de base para el mensaje de la ocasión, no terminó bien. El Almirante de los mares fue maltratado. Al final se convirtió en un pobre gobernador de las nuevas tierras y los colonos venían regularmente para reclamarle. La rebelión se convirtió en parte de su vida. La situación para él fue tan crítica que el rey de España tuvo que enviar a un hombre llamado Bobadilla para hacerse cargo de lo que estaba pasando. Él fue el hombre que se encargó de encadenarlo y llevarlo así de regreso al país de donde salió para conquistar.  Por suerte la reina tuvo compasión de él y le quitó las cadenas. Su historia al final nos enseña que nuestro viaje a otro mundo, aunque esté lleno de incertidumbres, el único propósito debiera ser buscar la prosperidad bajo la dirección divina. Pero no es solo una prosperidad material sino la del alma. Esa es la al final buscamos.

 

IV. EXPLORAR UN NUEVO MUNDO ES UN ACTO DE ENCARNACIÓN

 

1. El amor por la gente (Ro. 10:14). Aunque muchos no lo calificarían así, por ser un hombre de trasfondo católico al servicio de los reyes de España, algunos historiadores creen que Cristóbal Colón fue un hombre profundo en sus convicciones religiosas. Y si bien es cierto que su ambición le dominó al final, como harían la mayoría de los exploradores que vinieron a América, Colón tenía el concepto de llevar la cruz de Cristo a todos los indios que poblaban las regiones conquistadas. Por supuesto que la forma como Colón “evangelizó” a los indígenas no fue la adecuada, pues trataron de imponer a Cristo por la fuerza. Sin embargo, las tribus conquistadas conocieron de un Dios que se encarnó y murió por ellos. El amor por la gente y no la ambición al dinero es lo que debe movernos.

 

2. La gente vale más que el oro (Sal. 8:3-5). Esta verdad queda confirmada en este precioso salmo. El hombre sigue siendo la “corona de la  creación”. Su valor sobre pasa todo el oro que exista en el mundo. Tal consideración bíblica plantea una justificada reacción cuando se vulneran los derechos humanos en cualquier escenario que se presenten. La historia de la conquista de nuestro continente, por lo que hoy se celebra el “Día de la Hispanidad”, puso de manifiesto que hubo muchos hombres ambiciosos que no les importó la gente que vivía allí,  generando con esto una destrucción y enfrentamiento de nuestros aborígenes por los “invasores”, como posteriormente les llamaron. La actitud avasalladora de los que nos “descubrieron” tuvo un repudio y un fuerte rechazo que se transformó en una legítima defensa. Los que nos cuentan la historia nos hablan de la valentía de aquellos insignes guerreros que prefirieron morir antes que rendirse, para mantener el patrimonio de sus tierras y de sus hijos. Cuando exploro otro mundo mi intención no debiera ser cómo aprovecho el sistema y la gente para sacarle beneficios, sino qué puedo hacer para bendecir al país que me recibe. Eso se llama encarnación.

 

CONCLUSIÓN: Los que hemos inmigrado a un “nuevo mundo” sabemos que esta no es nuestra patria final.  Los antiguos héroes de la fe, de acuerdo al testimonio de Hebreos 11, no tuvieron un hogar fijo porque esperaban la ciudad “cuyo arquitecto y constructor es Dios”. Así que los que buscamos la Patria mayor, donde pasaremos la eternidad, estamos persuadidos que ese es el hogar para nuestra residencia eterna. Momentos antes de morir, Jesús consoló a sus discípulos con la más incomparable promesa, cuando dijo: “En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo  os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros… para que donde yo esté vosotros también estéis”. Tal promesa nos emplaza a vivir en este mundo como “peregrinos y entranjeros ” con rumbo al hogar eterno. Pero para lograr eso, el mismo Jesús dijo: “Nadie viene al Padre sino es por mí”. ¿Tiene usted seguridad de ese hogar eterno? Aquel ya no será el “Hogar de mis Recuerdos”,sino el hogar de mi salvación.

 

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