Monday, April 29, 2024
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¿Qué se necesita para ser un santo?

EL EVANGELIO EN MARCHA

¿Qué se necesita para ser un santo?

Por: Tim Challies

 

  En septiembre del año 2016 la Madre Teresa fue beatificada, 19 años después de su muerte. Para los protestantes como yo, esto plantea un par de preguntas importantes: Según la Iglesia Católica Romana, ¿qué es un santo? Y ¿cómo puede una persona convertirse en uno?

La Iglesia Católica Romana tiene un proceso formal que debe seguir antes de declarar a alguien un santo. Este proceso no pretende hacerlo un santo, sino reconocerlo. Según la Iglesia Católica Romana, un santo es una persona de extraordinaria y heroica virtud cristiana, alguien que ejemplifica el vivir santamente. Esta vida santa nos da la confianza de que esta persona no está actualmente en el infierno o el purgatorio, sino en el cielo, disfrutando de la plena comunión con Dios. Debido a esta comunión con Dios, los cristianos ahora pueden orar a esa persona y pedir su intercesión con el Padre. Esto ayuda a explicar por qué los católicos romanos ponen tanto énfasis en la santidad.

Según la doctrina católica, los santos muertos benefician a los fieles vivos al estar disponibles para interceder.

Entonces, ¿cómo declara la iglesia a una persona santa? En la mayoría de las circunstancias, primero debe haber un período de espera de 5 años entre la muerte de la persona y el comienzo del proceso de canonización. (“Canonizar” es declarar oficialmente a una persona como un santo.) Sin embargo, en algunas circunstancias este requisito se deja a un lado, como lo fue para Juan Pablo II y la Madre Teresa. Una vez iniciado, el proceso implica una serie de pasos, cada uno de los cuales implica conceder un título sobre el candidato a la santidad.

 

  1. SERVIDOR DE DIOS.

Después del período de espera de cinco años, las personas u organizaciones dentro de la diócesis donde la persona murió o está enterrada pueden presionar al obispo local para iniciar una investigación sobre la vida y virtud de esa persona. Ellos necesitan demostrar que el candidato vivió una vida ejemplar y se mantuvo fiel a la doctrina consistente con las enseñanzas de la Iglesia Católica Romana. Si se recoge y produce evidencia suficiente, el obispo puede pedir a la Congregación Vaticana para las Causas de los Santos que considere el caso. Si la Congregación acepta el caso, se le concede al candidato bajo consideración el título honorífico de “Siervo de Dios”.

 

  1. VENERABLE.

La Congregación para las Causas de los Santos observa todas las pruebas que se les han dado, busca nuevas líneas de evidencia y determina si esta persona vivió una vida de “heroica virtud”. Si se descubre que la persona mostró ejemplos de santidad, el candidato es oficialmente declarado “Venerable”. Es importante señalar que esto aún no establece que la persona está en el cielo, sino simplemente que vivió una vida de santidad excepcional. Sin embargo, en este punto se anima a los fieles a comenzar a orar al candidato para una intercesión milagrosa.

 

  1. BENDITO.

El tercer paso es la beatificación, y para que esto suceda, a la persona se le debe acreditar un milagro póstumo verificado. Este milagro debe ser el resultado de la intercesión del candidato en respuesta a las peticiones ofrecidas después de su muerte. Estos milagros son casi siempre milagros médicos, sanidades que deben ser instantáneas, completas, permanentes, sin explicación científica y no atribuibles a ningún otro santo. El milagro se toma como prueba de que la persona está en el cielo, y que es capaz de interceder entre Dios y el hombre. Tras la verificación del milagro, el candidato recibe el título de “Bendito” y el papa establece un día de fiesta en su honor. Esta persona ahora puede ser venerada y las iglesias pueden ser nombradas con su nombre, pero sólo localmente dentro de una región, diócesis u orden religiosa. (La “veneración” es un término difícil de definir, pero se suele describir como una forma de adoración más baja que la adoración que se le da a Dios y a María: consiste en orar o pedir a esa persona por sus oraciones, y a menudo crear estatuas o imágenes de él o ella como ayuda para tales actos).

 

  1. SANTO.

El paso final es la canonización donde la persona es formalmente declarada santo. Para que esto ocurra, la persona debe ser acreditada con un segundo milagro. Cuando este segundo milagro ha sido verificado, el papa asigna un día de fiesta que puede ser celebrado por cualquier católico en cualquier lugar. Cualquier persona puede ahora orar a ese santo y las iglesias u organizaciones alrededor del mundo pueden ser nombradas con su nombre. La santidad de la persona es declarada formalmente durante una misa especial que el papa hace en su honor.

En el caso de la Madre Teresa, ella ha sido considerada por mucho tiempo como un ejemplo de virtud católica, y su vida y escritos han sido declarados libres de herejía. Ha sido formalmente reconocida por el Vaticano como responsable de dos milagros póstumos: la curación de los tumores abdominales de una mujer india después de que un medallón que contenía su imagen fue colocado sobre su estómago y la curación de la infección y abscesos cerebrales de un hombre brasileño.

Como protestantes, ¿cómo hemos de pensar acerca de todo esto? Se podría decir mucho y cuanto más digamos tanto más profundo tendríamos que cavar en las complejidades y errores de esta doctrina y práctica católica romana, especialmente en lo que se refiere a la justificación, la santificación y la glorificación. Pero tal vez podríamos al menos decir esto: somos santos que no tienen necesidad de santos. Todos los que han creído en el evangelio de la gracia solo por la fe solo en Cristo, ya han sido declarados santos por Dios (ver Ro. 1:1-7; 1 Co. 1:1-3; 2 Co. 1:1-2; Ef. 2:19-21).

Somos el pueblo santo de Dios, llamado por Él y para Él. Jesucristo es el mediador completo y final entre Dios y los hombres (1 Ti. 2:5) que nos invita a acercarnos con confianza al trono de la gracia (He. 4:16) creyendo que su Espíritu ya intercede por nosotros (Ro. 8:26-27).

Somos los santos de Dios que no necesitan la intercesión de los santos que nos han precedido. (Publicado en el blog de Tim Challies)

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